EL SILBATO PRODIGIOSO

 
EL SILBATO PRODIGIOSO

    Un soldado que volvía de la guerra se encontró con una bruja que le propuso buscar un tesoro a cambio de recibir una parte. Para ello debía bajar a una cueva llevando una capa mágica. 

    En la cueva había tres estancias. La primera tenía un cofre lleno de monedas de cobre y un perro que lo custodiaba. El soldado puso la capa en el suelo y el perro se acostó allí mansamente, dejándole coger todas las monedas. La segunda estancia tenía un cofre con monedas de plata y otro perro que se apartó al ver la capa. En la tercera, el perro guardaba las monedas de oro y un silbato, que el soldado también se llevó gracias a la capa.


    Cuando salió, la bruja no quiso darle su parte y, por codiciosa, el soldado le dio un empujón y la dejó sentada en el suelo dando gritos mientras él se lo llevaba todo. Con tanto dinero se dedicó a vivir con todo el lujo del mundo y fue tan derrochador que pronto se quedó tan pobre como antes. Entonces se acordó del silbato y descubrió que era mágico: si lo tocaba una vez, aparecería el perro de las monedas de cobre; si tocaba dos veces, aparecía el de las monedas de plata; y si lo tocaba tres, el de las monedas de oro. Así volvió a ser tan rico como para ambicionar el amor de una princesa.

    Para poder verla, cada noche mandaba a uno de los perros a por ella y se la traían, al principio dormida y después despierta, de modo que la princesa también se enamoró de él. 

    Una noche sus amores fueron descubiertos por el rey que, encolerizado, condenó a muerte al soldado. Cuando iban a ajusticiarle, pidió como último deseo tocar el silbato y así volvió a convocar a los perros. Éstos se lanzaron contra los verdugos y arrinconaron al rey que, para salvar su vida, tuvo que dar al soldado la mano de su hija.


Hans Christian Andersen.

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