EL NIÑO TRAVIESO

EL NIÑO TRAVIESO

    Estaba un anciano y bondadoso poeta en su casa cuando se desencadenó una terrible tormenta. El poeta miraba cómo se zarandeaban los árboles y el agua caía copiosamente, cuando en ese momento llamaron a la puerta.

    -¡Ábrame la puerta! -gritaba un niño empapado-. ¡Tengo frío y miedo!

    El poeta sintió tanta lástima por el pequeño que le dejó entrar y, al ver lo lindo que era, con sus bucles dorados y su aspecto tan inocente, además, le ofreció su mejor sillón, el lugar privilegiado frente al fuego y una deliciosa cena. Y es que el pequeño era precioso, parecía un angelito y traía consigo un arco con flechas tallados a mano.

    Cuando el niño se hubo recuperado, el poeta le preguntó cómo se llamaba.

    -Me llamo Amor -dijo el chiquillo-. ¿Es que no me conoces?

    Y ante la negativa del poeta, el niño le disparó una flecha que le dio en mitad del corazón y salio corriendo. El pobre poeta lloró desconcertado: <<¡qué niño tan cruel ese Amor! -pensó-. Le he dado lo mejor de mi casa y me paga hiriéndome el corazón... Lo escribiré en mis poemas a todo el mundo, para que estén precavidos y no confíen demasiado en este diablillo del Amor>>.

Hans Christian Andersen.


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