ISIS Y OSIRIS

 

ISIS Y OSIRIS

    Existe una leyenda egipcia que cuenta que, hace muchos años, los dioses del antiguo Egipto se reunieron para hablar de los hombres.

    - ¿Cómo es posible? Los hombres no agradecen ninguna de nuestras enseñanzas. Luchan como salvajes entre ellos en lugar de ayudarse y cultivarse. La situación es tan desesperada, que uno de nosotros debe bajar, convertirse en su rey y guiarles fuera de la oscuridad -parlamentó uno de los dioses más veteranos. Su consejo fue bien recibido.

    Así fue como decidieron llamar a Osiris, un dios joven, inteligente y bienhechor.

    - ¡Osiris!, necesitamos un nuevo rey para los humanos, noble y valiente, que desee compartir los sufrimientos y las alegrías de los hombres -dijo el dios patriarca.

    - Estoy a vuestra disposición para cumplir la misión que me encomendéis -le respondió Osiris con seguridad.

    - Deberás mostrar a tus súbditos los beneficios de la educación y la civilización -añadió el patriarca.

    De este modo, Osiris y su bella esposa, Isis, bajaron a Egipto y fueron bien recibidos como monarcas. El joven rey inició toda una ambiciosa labor de ilustración. Les enseño a cultivar las tierras, a elaborar pan, a fabricar herramientas, a dominar la escritura de los jeroglíficos, etcétera.

    En definitiva, consiguieron que el país saliera de la barbarie e iniciara el camino hacia una floreciente cultura. Isis y Osiris estaban muy satisfechos con los logros que habían conseguido.

   - Querida Isis, creo que debo propagar los éxitos aquí alcanzados por otras tierras. Esta labor me obligará a ausentarme algún tiempo, por tanto tendrás que gobernar sola hasta que vuelva -le dijo Osiris a su esposa.

    - Como desees, amor mío.

   Osiris reunió un sólido ejército y recorrió el mundo defendiendo sus pacíficas enseñanzas. Sus palabras sonaban como un canto celestial y su mirada convencía a todos sin necesidad de utilizar las armas.

   Pero a su regreso, negras nubes de traición le esperaban ensombreciendo los cielos de Egipto. Su hermano Seth, lleno de envidia y malicia, le estaba preparando una trampa para intentar usurparle el trono. Para ello, Seth recurrió a un cómplice, la reina de Etiopía, con la que mantenía una buena amistad.

    - Querida Aso, reina de Etiopía, vos y vuestro numeroso séquito debéis ayudarme a preparar una gran fiesta de recibimiento para mi hermano Osiris -le pidió Seth.

    - Puedes contar con un espléndido banquete en honor de tu valiente hermano -le respondió Aso.

    - Sí, así yo sólo me ocuparé del regalo... será un magnífico regalo que ¡jamás olvidará!... Ja, ja, ja -añadió Seth.

    Llegó el día de la gran fiesta, los invitados aclamaban a Osiris, que acababa de regresar de su largo viaje. Todo transcurrió felizmente hasta que Seth interrumpió la algarabía que reinaba en la enorme sala. De pronto unos hombres aparecieron con una enorme arca maravillosamente tallada y adornada y la situaron junto a Seth.

    - Regalaré esta fantástica arca a quien entre dentro y su cuerpo encaje de modo perfecto en su interior -anunció Seth.

    Alborozados, uno a uno, los invitados probaron, pero a todos les resultaba grande.

    - Déjame probar -dijo Osiris.

    El rey se introdujo y encajó con gran precisión. Pero, antes de que le diera tiempo a pronunciar una palabra, los traidores se apresuraron a cerrar la pesada tapa que selló de inmediato herméticamente el receptáculo.

    - ¡Liberad a mi marido inmediatamente! -gritó Isis.

    Pero nadie pudo evitar que el arca, convertida en ataúd del rey, fuera arrojada por los malvados al Nilo y desapareciera entre las sombrías aguas.

    - Ahora, yo soy el nuevo rey -declaró Seth.

 Isis, a partir de aquel momento, no paró de llorar desconsoladamente y caminó sin cesar por las orillas del río. Preguntaba a cuantos se encontraba a su paso si habían visto el arca, pero todos le respondían negativamente. Hasta que en una ocasión, unos niños se acercaron corriendo a la entristecida reina.

  - Querida Isis, nosotros hemos visto el arca -le dijeron alborotados.

    - ¡Oh! Seréis recompensados..., ¡dónde está? -preguntó inquieta Isis.

    - ¡Allí, allí! -señalaron los niños.

    Allí estaba el arca, flotando, a punto de alcanzar el mar. Isis pidió ayuda para extraerla de las aguas y, extenuada, se desplomó sobre ella.

    En silencio la reina esparció sobre el arca perfume de ambrosía y, transformándose en golondrina, voló gimiendo en torno a su amado durante mucho tiempo, hasta que un bellísimo árbol creció junto al arca.

    Entonces Isis decidió regresar con el arca y su amado. La ocultó cuidadosamente y fue al encuentro de su hijo Horus, que permanecía escondido en los pantanos del Delta, donde había crecido protegido de la ira del cruel y déspota Seth.

    - ¡Oh, madre!, por fin has vuelto. Seth es un dictador que somete al pueblo bajo el yugo de sus crueles y estúpidos caprichos -aseguró Horus.

    - Lo sé, hijo, debes prepararte para enfrentarte a tu tío, debes vengar la muerte de tu padre, confía en tu instinto, ya eres adulto. Yo te ayudaré.

    Así fue como Horus se dirigió a la corte y desafió al tirano Seth, que palideció al ver la fortaleza de su sobrino. Lucharon cuerpo a cuerpo largamente, pues las fuerzas estaban muy igualadas. Finalmente, el joven Horus se impuso y Seth se rindió.

    Seth y sus secuaces fueron entregados a la reina Isis para que decidiera su destino. Todos esperaban la venganza de la reina pero ésta, sabia y bondadosa, exclamó:

    - Sois libres, con la condición de que abandonéis estas tierras para siempre jamás.

    Por la noche, ya instalados en palacio, la reina fue a ver el arca. Asombrosamente, el cierre había cedido y la pesada tapa podía abrirse.

    Isis se acercó al rostro de su amado que yacía incorrupto en su interior, y entre sollozos le dijo susurrando:

    - Te amo, Osiris -y una de sus lágrimas cayó en el rostro de su marido. A continuación, Osiris abrió los ojos, despertando del largo letargo al que su hermano lo había condenado. El amor de su esposa venció al destino.

    Isis explicó a Osiris que fueron unos niños los que hallaron el arca. Por este motivo durante el largo y feliz reinado de Isis y Osiris los niños ocuparon un lugar preferente en el reino.

    Horus fue el sucesor y supo continuar el próspero destino que sus padres labraron para el pueblo egipcio.

    Hoy en día, sólo quedan los restos de aquella floreciente cultura, pero a los pies de las inmensas pirámides, los actuales habitantes cuentan esta leyenda con toda su magia a cuantos quieran escuchar y soñar.

Fin

No hay comentarios:

Publicar un comentario