La alimentación complementaria se puede iniciar a partir de los 4 meses, y consiste en sustituir la leche materna. Este momento es de vital importancia para la adquisición de los primeros hábitos alimenticios.
En el caso de que la alimentación se esté llevando a cabo con leches adaptadas, la leche de iniciación se cambiará por la leche de continuación que será a partir de los 5 o 6 meses, que es cuando se introducirá la alimentación complementaria.
A medida que los pequeños van creciendo, también lo harán sus necesidades nutricionales, por lo que la introducción de alimentos nuevos han de ofrecer los valores nutricionales necesarios, cumpliendo además con otras características como son el sabor, la textura, olores y colores entre otros. Se irán incorporando de forma progresiva, pues con el tiempo esto hará que se definan las preferencias y/o aversiones alimentarias.
Además de ser de forma progresiva, ha de introducirse de forma secuencial. Para evitar forzar el ritmo, cada alimento deberá introducirse en pequeñas cantidades y por separado, de este modo entre dos alimentos nuevos deberá haber transcurrido una o dos semanas aproximadamente. Se alternará el biberón con la cuchara, introduciendo primero los alimentos dulces y líquidos como la leche o los zumos de fruta, y más adelante las papillas más espesas.
Casi todas las frutas pueden ser bien asimiladas por el sistema digestivo infantil, como lo son las manzanas, las peras, albaricoques, plátanos, el zumo de naranja... por eso la alimentación complementaria se recomienda iniciarla con purés de fruta, aunque hay que tener en cuenta que existen otras frutas que pueden provocar reacciones alérgicas, como es el caso de las fresas, los melocotones, el melón, por lo que se recomienda evitar darlos a esta edad.
Más adelante, se irán introduciendo las verduras poco a poco, en forma de puré o sopa. En el caso de la sopa de verduras se puede añadir pasta, y tanto la sopa como el puré se le podrá incorporar algún alimento que aporte proteínas y grasa, aproximadamente unos 40 o 50 gramos de carne (ternera, pollo o cordero) o pescado blanco. La carne o el pescado puede hacerse a la plancha o hervidos junto con la verdura (judías verdes, puerro, acelgas, zanahorias, patatas) y finalmente se triturarán.
En el caso de las papillas de cereales sin gluten, se pueden introducir a partir del sexto mes, por ejemplo introduciendo unas cucharas a la leche del biberón o se le podrá dar en forma de papilla sustituyendo una toma de leche.
Hasta los 12 meses, el lactante deberá ingerir mínimo unos 500 mililitros de leche o derivados. Las papillas con gluten se podrán incorporar a partir del noveno mes, y una vez incorporado el gluten, podrán tomar arroz, pan, galletas, entre otros.
Los alimentos sin triturar se podrán empezar a dar a partir de los 6 u 8 meses, para que comiencen a acostumbrarse a los trozos enteros. A partir de los 8 meses, suelen comer 4 veces al día, con alguna toma de leche adicional, por lo que suelen coincidir con las comidas adultas, y por ende podrán compartir la mesa con la familia, favoreciendo así el interés por comer en compañía y por descubrir nuevos alimentos y texturas.
A partir de los 8 meses comienza a cambiar la postura para comer, pasando de estar tumbado a estar sentado, esta postura le ayudará a tener las manos libres para poder sujetar la cuchara, la comida o el plato. En torno a los 12 meses, la mayoría de los alimentos básicos se han introducido en la dieta, como por ejemplo la yema del huevo, el queso tierno, el queso fresco, yogures y otros derivados lácteos, las legumbres, que en el caso de los garbanzos o las lentejas deberán darse triturados.
Referencia.
Palomar, M., Muñoz, L., Nus, P., y Arteaga, L. (2008). Autonomía personal y salud infantil. CFGS Educación Infantil. Servicios socioculturales y a la comunidad. Editorial Altamar.
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