LOS TRES HIJOS DEL ZAR. VERSIÓN CORTA
Hace muchos años, vivía en Rusia un zar que tenía tres hijos: Igor, Vassili e Iván. Un día reunió a los tres y les dijo que había llegado la hora de nombrar al heredero del trono.
- Deberías disparar vuestro arco y casaros con la joven que esté más cerca del lugar donde caiga la flecha -dijo el zar-. Mi sucesor será aquel cuya esposa demuestre merecer el trono.
Los tres príncipes salieron de palacio para cumplir las órdenes de su padre. La flecha de Igor cayó a los pies de Irina, la bella hija de un barón. El príncipe se sintió muy contento con la suerte que había tenido. Era difícil que sus hermanos pudieran superarle.
La flecha de Vassili se clavó en un árbol, justo al lado de donde descansaba Milena, la hija de un rico comerciante. La joven era una muchacha culta y educada, por lo que Vassili la llevó a palacio convencido de que él iba a ser el próximo zar.
Iván lanzó su flecha tan lejos que se perdió de vista. Pasó varias horas buscándola hasta que, por fin, encontró una preciosa gata que jugaba con la flecha entre sus patas.
El príncipe intentó recuperarla para probar suerte de nuevo, pues no había ninguna joven por los alrededores, pero entonces oyó cómo la gata le hablaba con una voz dulce y hermosa.
- Te devolveré tu flecha si te casas conmigo -le dijo mirándole con sus brillantes ojos.
Cuando llegó a palacio explicó a su padre lo ocurrido.
- El destino ha querido que te cases con una gata y debes hacerlo -le dijo su padre.
Y así, a los pocos días se celebraron las tres bodas. Irina y Milena estaban radiantes. Iván, resignado con su suerte, caminaba en tercer lugar con la gata entre sus brazos. Al cabo de una semana, el zar reunió a sus tres hijos y les explicó la primera prueba a la que debían someterse sus esposas.
- Quiero comprobar cuál de vuestras esposas borda mejor. Mañana cada uno de vosotros deberá traerme una camisa bordada por su esposa.
Iván llegó a su casa triste y afligido y le contó a la gata lo que les había pedido el zar.
- No te preocupes -dijo ella-, mañana tendrás una bonita camisa para tu padre.
En cuanto el palacio quedó en silencio, la gata se convirtió en una hermosa joven que bordó durante toda la noche hasta el amanecer. Cuando al día siguiente los tres príncipes entregaron las camisas a su padre, nadie podía creer que la mejor era la de la esposa de Iván.
- Bien, la siguiente prueba consistirá en hacer una tarta; así comprobaré cuál de vuestras esposas es la mejor cocinera.
A pesar de que Iván dudaba de que volviera a producirse un milagro, a la mañana siguiente encontró sobre la mesa la tarta más maravillosa y exquisita que hubiera podido soñar. Sin preguntar nada a la gata, llevó la tarta a palacio. Igor y Vassili protestaron ante el zar:
- Padre, Iván os está engañando -decía el mayor.
- Alguien lo está haciendo en lugar de su esposa -añadía Vassili.
- Está bien -contestó el Zar-, la próxima prueba deberán hacerla en mi presencia. Quiero ver cuál de las tres sabe comportarse mejor en un banquete. Esta noche vendréis los tres a cenar a palacio con vuestras esposas. Una vez más, la gata dijo a su esposo que no se inquietara y que acudiera a la cena solo.
- Confía en mí. Yo iré más tarde -le dijo la gata-. No te avergonzarás de mi presencia.
Iván se sentó a la mesa junto a la silla vacía de su esposa. Sus hermanos sólo estaban pendientes de que sus esposas fueran del agrado de su padre. Pensaban que Iván ya no era su rival. De repente, apareció en el salón una hermosa joven elegantemente vestida que se dirigió hacia el zar.
- Querido suegro -dijo provocando el asombro de todos los invitados-, soy la princesa Nadia, esposa de vuestro hijo Iván. El hechizo que me había convertido en gata sólo podía romperse casándome con un joven de buen corazón que confiase en mis palabras.
Nadia se sentó junto a su esposo y fue la que demostró los más finos y delicados modales en la mesa. Iván se sintió el hombre más afortunado del mundo. El zar no tuvo ninguna duda cuando, al finalizar el banquete, proclamó a Iván su sucesor al trono.
- Hijos míos -dijo el zar-, aunque el privilegio y la responsabilidad de gobernar sean de Iván y Nadia, lo más importante es que los tres habéis sido muy afortunados con vuestras esposas.
Las tres parejas vivieron felices sin envidias ni rencores durante el largo gobierno de Iván y Nadia.
Fin
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