EL CALIFA CIGÜEÑA. VERSIÓN CORTA

 

EL CALIFA CIGÜEÑA. VERSIÓN CORTA

    Érase una vez, en un país oriental, un califa joven y apuesto. Se llamaba Omar y era muy querido por todos sus súbditos.

    Gobernaba siguiendo los consejos del gran visir, un anciano sabio y bondadoso que había estado a su lado desde su nacimiento. El califa tenía un poderoso enemigo, el mago Rashid, cuya ambición era que su hijo Ismail ocupase el trono de Omar.

    Un día, Rashid entró en palacio disfrazado de mercader y ofreció al califa hermosos objetos antiguos, entre los que se hallaba un curioso cofre que atrajo la atención de Omar.

    - ¿Qué contiene este cofre? -preguntó el califa al falso mercader.

    - Unas hierbas -respondió Rashid-, pero no sé para qué sirven, ya que el pergamino que las acompaña está escrito en una extraña lengua que nadie ha podido descifrar.

    Rashid regaló el cofre y el pergamino al califa y se marchó satisfecho de palacio. Omar ordenó que todos los sabios de la corte trabajaran para lograr entender el mensaje del pergamino. A las pocas semanas ya se podía leer y decía:


    "Al oler las hierbas mágicas del cofre y pronunciar la palabra RASMUBARÁN, los hombres nobles lograrán convertirse en aquel animal que más desearán. Cuando quieran volver a su estado normal mirando hacia oriente, RASMUBARÁN dirán."

 

    A Omar le atraía la idea de convertirse en animal, pero antes quiso consultar con el gran visir. Éste decidió acompañarle en la aventura.

    Así, salieron los dos del palacio y abrieron el cofre. Omar sugirió al gran visir convertirse en cigüeña; esta idea encantó al anciano. Ambos aspiraron las hierbas del cofre y pronunciaron la palabra mágica. En pocos segundos, ya se habían convertido en cigüeñas.

    - ¡Es estupendo! ¡Podemos volar! -exclamó el califa, batiendo sus alas y elevándose del suelo.

    Emprendieron el vuelo y se mezclaron con otras cigüeñas para disfrutar de las posibilidades de su nuevo estado. Y tanto se divirtieron que, sin darse cuenta, les llegó la hora de volver a palacio.

    Pero Rashid había roto un trozo de pergamino en el que se decía que si reían bajo el hechizo olvidarían la palabra mágica y nunca jamás podrían volver a ser hombres. Omar y el gran visir habían estado riendo todo el día: cuando trataron de recordar la palabra mágica, sus mentes estaban en blanco.

    - ¿Qué ocurre, gran visir? -preguntó el califa.

    - No puedo recordar la palabra mágica.

    - ¡Creo que el mercader nos ha engañado! -respondió el gran visir.

    Volaron hasta palacio y una vez allí comprendieron lo sucedido: Rashid y su hijo ocupaban el trono. El califa y el gran visir volaron durante horas por el desierto hasta quedar extenuados. Finalmente, llegaron a un oasis, donde decidieron reponer fuerzas.

    Allí, un hermoso búho les escuchaba hablar de su problema. Omar y el gran visir oyeron una bonita voz de mujer a sus espaldas:

    - Vosotros también sois víctimas de la horrible magia de Rashid -era el búho quien hablaba.

    - No os sorprendáis. Soy la princesa Aisha y fui convertida en búho porque no quise casarme con Ismail, el hijo de Rashid -les dijo.

    La princesa les explicó cómo podría volver a recuperar su forma humana: alguien que hubiera conseguido liberarse de un hechizo de Rashid, debería prometerle que se casaría con ella.

    - Me encantaría poder ayudarte -dijo Omar-, pero hemos olvidado la palabra mágica que nos permitiría recuperar nuestra forma humana.

    - Rashid acude con otros magos a este oasis de vez en cuando -dijo el búho-. Quizás en una de sus reuniones pronuncie la palabra mágica.

    Al cabo de varias semanas, una noche apareció Rashid con varios hechiceros más y celebraron una reunión. Las dos cigüeñas y el búho, escondidos, esperaban con impaciencia a que Rashid pronunciase la palabra mágica. Finalmente se levantó y dijo en voz alta:

    - ¿Queréis saber cómo consiguió mi hijo Ismail ocupar el trono del califa?

    Y contó toda la historia, mencionando las palabras del pergamino. En cuanto oyeron la palabra RASMUBARÁN, las dos cigüeñas y el búho emprendieron velozmente el vuelo hacia palacio.

    Llegadas a sus puertas, las dos cigüeñas se inclinaron hacia oriente y pronunciaron la palabra mágica en voz alta. Recuperaron así su forma humana y se abrazaron emocionados. Omar se acercó entonces al búho y dijo:

    - Princesa Aisha, ¿quieres casarte conmigo?

    Un brillante resplandor deslumbró al califa durante unos segundo y, acto seguido, apareció ante sus ojos la joven más hermosa que jamás hubiera podido soñar. Omar, Aisha y el visir subieron a la torre más alta del palacio y anunciaron a la gente del reino el regreso del verdadero califa.

    - ¡El califa ha vuelto! ¡Ismail nos ha mentido! -gritaba la gente.

    Ismail y Rashid fueron condenados y encerrados en una oscura mazmorra. Omar y Aisha se casaron y gobernaron siguiendo los sabios consejos del gran visir durante muchos y felices años.

Fin


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